sábado, 7 de junio de 2008

Padre, Hijo y Espíritu Santo.


Hay una escuela en psicología, que se conoce como análisis transaccional, que nos enseña que todos tenemos dentro de nosotros un padre, un hijo y un adulto.
Por otra parte, en el estudio del ser humano distinguimos tres niveles: mente, cuerpo y alma (o espíritu).
Finalmente, en la religión cristiana se habla de la santísima trinidad, formada por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

En mi opinión, el padre que todos llevamos dentro, según el análisis transaccional, está representando a la mente y a la expresión verbal de su conocimiento (ambas son indisociables) y al Dios Padre protector de la religión cristiana, el que nos da sus mandamientos.

El hijo hace referencia al cuerpo (los niños están en contacto siempre con sus necesidades corporales, frío, hambre, sueño... "yo quiero"... esto es el cuerpo). Por otra parte el Hijo de Dios es ese mismo Dios pero corporeizado entre nosotros (el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros).

Por último el adulto, que va más allá del padre y el hijo, los trasciende, está en todas partes y es el alma misma, el "ser" que dicen algunos místicos, el espíritu del hombre. En la tradición cristiana se conoce como El espíritu santo que es la llama que todo lo alumbra.

En nuestra vida los humanos tenemos la posibilidad de evolucionar desde posiciones mayoritariamente de hijo, a posiciones de padre para tal vez llegar luego a contactar con el alma.
Aunque siempre queda algo de todos ellos dentro de nosotros como nos recuerda el análisis transaccional.

El hijo es la energía densa del cuerpo (expresada por nuestras necesidades y emociones).
El padre la energía más liviana de nuestros pensamientos (ideales, ética).
El espíritu es la energía sutil, allá donde nos confundimos con el resto del Universo (Dios, Amor) y somos uno con el todo, el amor que no necesita de un padre -como el hijo- ni de un hijo-como el padre-. La consciencia de eso que se ha dado en llamar el ser.

Una emoción es algo casi automático, biológico, son iguales las mías que las de mi perro.
Un pensamiento es algo más elevado y puede ser transformador de la realidad.
Un sentimiento, que requiere siempre de haber pasado antes por el pensamiento, es la fuerza mayor que nos mueve a los humanos.

No se ven además diferencias entre los niveles constitutivos de Dios y el Ser Humano lo que demuestra que Dios está en todos nosotros. El amor está en todos nosotros.
Nosotros no estamos en el Universo, el Universo está en nosotros, como dice Deepak Chopra.

Recopilando yo lo veo así:
hijo/Dios Hijo/cuerpo/emociones/yo condicionado (ego).
padre/Dios Padre/mente/pensamientos/super yo (conciencia).
adulto/Espíritu Santo/alma/sentimientos/yo no condicionado (consciencia/ser).

La tarea del humano es ir pelando capas de la cebolla para acercarse a su verdad suprema, el ser.

Espero que aporte algo. Un abrazo amigos.

P.D.: Al buscar en google-imágenes una foto para encabezar este artículo, he puesto: "cuerpo, mente y alma"... y me ha salido una foto de Deepak Chopra! con un texto debajo sobre unos seminarios que dirige en California, os dejo con ello, no he podido evitar hacer un copia-pega de este bonito ejemplo de sincronicidad...

DEEPAK CHOPRA CUERPO MENTE ALMA
En la actualidad estamos viviendo un momento muy interesante. La medicina nos esta ayudando a entender de una mejor manera como el cuerpo humano funciona y al mismo tiempo estamos comprendiendo que el cuerpo humano es una gran sinfonía que cuenta dentro de sí con un gran genio que es la inteligencia y ésta refleja la sabiduria de universo y sobre todo la exterioriza" Deepak Chopra.
El alma sanadora: Cuerpo, mente y alma, es una exploracion dirigida por Deepak para comprender la relacion de la medicina moderna con las relaciones medicinales de todo el mundo. Una perpectiva moderna que nos trae un nuevo paradigma de la ciencia.Mostrando que la curacion , la espiritualidad y la mente son un todo. Deepak Chopra nos ofrece las herramientas para tomar control de nuestras necesidades de salud y de curación.

...y digo, ahora yo de nuevo, visto lo visto podemos añadir al lado de cuerpo: curación, al lado de alma: espiritualidad y al lado de mente...psicoterapia?, cultura?... prefiero poner filosofía.

Así pues la sanación total sería algo así como la curación para el cuerpo (vida natural y sana), la filosofía biempensante para la mente (más platón y menos prozac) y la espiritualidad para el alma.

Carlos Marcos © 2008

lunes, 17 de septiembre de 2007

T. S. Elliot y el picapedrero chino.

En la película "A love song for Bobby Long" el protagonista, interpretado por John Travolta, recita unas palabras de reconocimiento a su hija.
En ellas cita al premio nobel de literatura norteamericano T. S. Elliot: "No dejaremos nunca de explorar... y al final de toda nuestra exploración, llegaremos de nuevo al punto de partida y entonces lo conoceremos por primera vez."

A mí esto me hace pensar en los años que pasé como alpinista , escalando y a veces jugándome la vida, para al final descubrir que tal vez la felicidad que buscaba estaba en todos los procesos sencillos que yo despreciaba en aquella época.
Ahora he vuelto a vivir una vida "normal" en la que hacer deporte, leer, ver una peli o estar en buena compañía, lo que desde luego debe incluir también estar solo... pueden resultar el colmo de la realización.

La inmensa mayoría de los maestros espirituales, nos enseñan que tras la aventura del autoconocimiento, el crecimiento personal, la meditación y todos los maravillosos viajes interiores o exteriores en los que nos embarquemos, al final, antes o después, se impone una vuelta a la "realidad", a la rutina del mundo cercano... a hablar con nuestros vecinos.

¿Pero por qué después de todo lo aprendido no queda más remedio que volver para aplicar nuestra sabiduría a lo cotidiano?
Seguramente porque esto nos da la oportunidad de poder compartirlo...

La cita de T. S. Elliot, acababa diciendo que "...entonces lo conoceremos por primera vez". En efecto, al llegar de nuevo al punto de partida, ya nunca nada será igual que antes. Somos nosotros los que hemos cambiado y por tanto la realidad que percibimos es completamente diferente.

Supongo que cuando vuelves de la exploración vienes como un comerciante que llega de una antigua ruta con las alforjas llenas. Como si hubieras hecho tu beca Erasmus y ya "supieras vivir" y volvieras para demostrarlo; y vives el redescubrimiento de todo a través de unos nuevos ojos, los de la aceptación del mundo y sus gentes.

Es imposible llegar a vivir todo esto sin antes haber partido, aquellos que nunca abandonaron su seguridad jamás crecen lo bastante para apreciar realmente lo que tienen, no pueden apreciarlo sin haberlo perdido antes...

Sólo arriesgándose a perder, se gana. Y después de cada ganancia hay que arriesgar otra vez, porque si no, te estancas y más que un viaje interior, la vida es quizá una sucesión de escapadas y sus respectivas vueltas a casa...

Tradicionalmente, en el mundo oriental, la forma como se escapa es la meditación, pero los occidentales habitualmente necesitamos arriesgar: perder todas nuestras referencias vitales, familiares... (o bien enfermar gravemente) para llegar a ese estado de revalorización de nuestra vida. Una doctora norteamericana llegó a decir que la forma de meditación del occidental es la enfermedad...

Esa "revolución" (esa vuelta completa que damos en nuestra vida) resulta, necesariamente, REVOLUCIONARIA: Produce el encuentro por fin con la felicidad (que no la euforia). Además nos da la comprensión clara de que la verdadera felicidad no depende tanto de lo que hacemos, dónde lo hacemos, etc... como de nosotros mismos y de nuestra capacidad de enfocar las cosas con sabiduría y serenidad, en definitiva de valorarlas lo suficiente como para ser felices.

No existe nada más espiritual en esta vida que el día a día vivido felizmente.

¿Recordáis aquel picapedrero chino del cuento? El que, no contento con su suerte, le pide a Dios que le convierta en un rey (y Dios así lo hace), y luego prefiere ser el sol, luego ve que es mejor ser nube, y aún descontento, prefiere ser viento, pero aún le parece más fuerte ser una montaña de roca... hasta que un día aparece un picapedrero y empieza a clavar el pico en su costado... entonces él quiere ser de nuevo... Picapedrero!
La diferencia entre este picapedrero que está de vuelta y aquel otro del principio del cuento, reside en que el primero ya no desea ser otra cosa que lo que es... gracias a la aceptación (que no resignación) que produce el amor.



Carlos Marcos © 2007